Un año de buenos propósitos
A propósito de esto, viene a mi cabeza una oración que rezan los alcohólicos anónimos antes de comenzar sus reuniones, es la plegaria de la serenidad, dice así: "Que Dios me conceda serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que sí puedo cambiar y la sabiduría para aprender la diferencia". Dicho de otra manera: hay problemas que no tienen solución y necesito paciencia para asumirlos, hay problemas que sí tienen solución y entonces necesito fuerzas para resolverlos, pero sobretodo, lo que más necesito es inteligencia para saber distinguirlos. Porque con frecuencia nos dejamos la piel en batallas que están perdidas de antemano, y con demasiada frecuencia también tiramos la toalla en combates que erróneamente creemos perdidos.
Los alcohólicos anónimos nos enseñan otra cosa muy eficaz: la de no plantearnos metas a largo plazo, sino día a día. Cada día ellos renuevan su propósito de no beber durante las próximas veinticuatro horas, consiguen así estar muchas veinticuatrohoras sin beber, tantas que a veces suman años. Se me ocurre que esta Nochevieja podríamos plantearnos estar NO un año sin discutir amargamente con nuestra pareja; o un año siendo más tolerantes con los que no piensan como nosotros; o un año siendo más positivos con los que nos rodean; o un año siendo menos exigentes con los demás; o un año siendo más comprensivos... Un año es mucho tiempo y parece una meta inalcanzable, pero sí puedo planteármelo sólo por veinticuatro horas. Y la noche del día 1 de enero plantearme lo mismo, sólo por esas veinticuatro horas. Y la noche del día 2 de enero, y así sucesivamente. Esas metas sí son posibles.