Autoestima
La persona con buena autoestima conoce y valora sus cualidades positivas, pero sabe percibir y aceptar también sus limitaciones. Tiene confianza en sí mismo, en su capacidad para resolver sus problemas, es capaz de escucharse y de tener en cuenta sus pensamientos y sus sentimientos, se guía por su propio juicio y no se siente culpable cuando otros no coinciden con él. No utiliza máscaras, no intenta parecer lo que no es, vive en la autenticidad sin dobleces, sin doble vida. No se cree ni superior ni inferior, sencillamente porque no se compara, se siente con la misma dignidad que cualquier otra persona. Vive fundamentalmente en el presente, sin nostalgias, sin ocuparse demasiado en lo que ocurrió en el pasado ni preocupándose de lo que pueda ocurrir en el futuro. Es consciente de sus logros y encuentra gusto en las pequeñas cosas. Se siente a gusto dentro de su piel, quiere ser el mismo y cree que tiene motivos para sentirse orgulloso de sí. Tiene un sistema de valores bien establecido y vive en consonancia con ellos, pero al mismo tiempo se siente lo suficientemente seguro como para modificarlos si nuevas experiencias apuntan en otra línea. Está abierto al cambio y dispuesto a mejorar sus aristas caracterológicas. Se siente valioso para otras personas, al menos para las de su entorno más cercano. Por si fuera poco, a menudo percibe que está a la altura de las circunstancias y cuando no lo está sabe comprenderse y perdonarse... Hay que reconocer que si uno se siente así, si no se siente feliz debe sentirse muy satisfecho y sólo nos resta felicitarle.
La autoestima es una dimensión que fluctúa y pocos suscribirán al cien por cien lo anterior. Si al leerlo te sitúas en la zona baja o muy baja, probablemente te sientas con frecuencia irritable, irascible y con un sentido muy negativo no sólo de ti mismo, sino también del mundo, de los demás y del futuro. Tienes que saber que ese estado puede modificarse, que puedes salir de él ayudándote y siendo ayudado. Otro día seguimos.