21 abril 2007

Psicosomatizando...

Por razones complejas en las que no vamos a entrar, los trastornos psicosomáticos son cada vez más frecuentes en nuestra sociedad. La mayoría de la gente se refiere a ellos cuando dicen: "me ha dicho el médico que esto que tengo es nervioso". Los llamados popularmente trastornos nerviosos son los trastornos psicosomáticos, que se manifiestan en el cuerpo aunque son atribuibles a causas psicológicas. En Dermatología son especialmente frecuentes y cuando el dermatólogo le dice a su paciente que el eccema de su piel o la caída de su pelo es por razones psicológicas, hay una cierta tendencia a no creer que algo tan objetivo pueda tener una causa tan subjetiva. Sin embargo, la capacidad del psiquismo para transformar el cuerpo es asombrosa.

Hay mujeres que se casan a una edad tardía, en torno a los 40 años, con un deseo imperioso de quedarse embarazadas cuanto antes. Saben que cuentan con poco tiempo de fertilidad y quieren ser madres. Al poco tiempo aparecen todos los síntomas del embarazo: náuseas, falta de regla, aumento del tamaño y turgencia de los pechos, cambio de pigmentación en los pezones y manchas en la cara y, por supuesto, abultamiento del abdomen. El útero, que es un órgano del tamaño de un puño, multiplica varias veces su volumen ocupando la mayor parte del abdomen y llegando a la altura del diafragma. Conforme pasan los meses aparecen contracciones similares a las del parto. Lo sorprendente es que dentro no hay nada, el útero está vacío, la mujer no está embarazada. Es el ejemplo más fascinante para ilustrar la capacidad que tiene el psiquismo para transformar el cuerpo, su fisiología y su anatomía. Es el poder de la mente.

Y si la mente por la fuerza del deseo es capaz de todo eso, ¿cómo no va a ser capaz de producir cambios en el estado de la piel o del pelo? Pero, sobre todo, nuestra mente tiene una fuerza poderosa y que está a nuestro alcance desarrollar, se llama voluntad. Por eso, aunque resulta un tanto exagerado y no pueda aplicarse siempre, sí podemos y debemos confiar más en nuestra voluntad y recordar aquello que alguna vez nos dijeron: querer es poder.

08 abril 2007

El cuidado de nuestra Tierra

Hoy no hablaré yo, dejo mi pequeño blog a Seatle, el gran jefe indio de los Dewamish de los pieles rojas que en 1819 envió una carta, un legado, a James Monroe, presidente de los Estados Unidos:

"El gran jefe de Washington ha mandado hacernos saber que quiere comprar las tierras junto con palabras de buena voluntad... Queremos considerar el ofrecimiento porque bien sabemos que, si no lo hiciésemos, pueden venir los rostros pálidos a arrebatarnos las tierras con armas de fuego. Pero ¿cómo podéis comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esta idea nos resulta extraña. Ni el frescor del aire ni el brillo del agua son nuestros. ¿Cómo podrían comprarse?... Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre: todos pertenecen a la misma familia... El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre... Vuestras ciudades hieren los ojos del hombre de piel roja. Quizá sea porque somos salvajes y no podemos comprender.

No hay un solo sitio tranquilo en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde pueda oírse en primavera el despliegue de las hojas o el rumor de las alas de un insecto... El ruido de la ciudad es un insulto para el oído. Y yo me pregunto: ¿qué clase de vida tiene el hombre que no puede escuchar el grito solitario de la garza o la discusión nocturna de las ranas en torno a la balsa?... El aire tiene un valor inestimable para el piel roja, ya que todos los seres comparten un mismo aliento: la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire... El aire comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a nuestros abuelos el primer soplo de vida también recibe sus últimos suspiros... ¿Qué puede ser del hombre sin los animales? Si todos los animales desapareciesen, el hombre moriría en una gran soledad. Todo lo que le pase a los animales muy pronto le sucederá también al hombre. Todas las cosas están ligadas... Enseñen a sus hijos, que nosotros hemos enseñado a los nuestros, que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurre a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo se escupen a sí mismos... Si ensuciáis vuestro lecho, cualquier noche moriréis sofocados por vuestros propios excrementos... No entendemos por qué se saturan los rincones de los bosques con el aliento de tantos hombres... Nosotros amamos este país como ama el niño los latidos del corazón de su madre...".

¿Salvaje? ¿Primitivo? Que Dios te bendiga, Seatle.

01 abril 2007

Soy Andrógino

No sé a ti, pero a mí me gustaría aprovechar todo lo bueno que tiene la feminidad y todo lo bueno que tiene la masculinidad. Por cierto, cada vez que escribo sobre las diferencias entre hombres y mujeres, me llevo en el foro una bronca de mucho cuidado, pero ¿por qué ofende tanto que seamos distintos? Esto de que somos diferentes creo que no es una opinión personal sino un hecho incontrovertible, prometo que uno de estos días escribiré mas sobre ello.

Comenzaré por decir que tengo en mi personalidad una parte femenina de la que me siento muy satisfecho, y digo femenina porque estoy seguro que la adquirí en mi casa, en la India, conviviendo con mi tía materna y porque la gran mayoría de mis "pacientes" son mujeres. Afortunadamente ni las mujeres ni los hombres tenemos virtudes exclusivas, tampoco los defectos son categóricamente masculinos o femeninos. Es decir, los rasgos de personalidad a los que me iré refiriendo no son cualitativamente distintos, sino sólo cuantitativamente diferentes, pero ¿alguien puede dudar que en términos generales, que son los únicos en los que podemos hablar, los hombres tienen más agresividad que las mujeres?

En "El banquete', obra de Platón, el conocido mito del andrógino. Decía que en su primigenia naturaleza en el ser humano había no dos sino tres sexos: el masculino, el femenino y el andrógino. Estos últimos eran mitad femeninos y mitad masculinos. Pienso que en nuestra sociedad nos vendría muy bien ser cada vez más andróginos y así aprovecharnos de las ventajas que tiene desarrollar en nuestra personalidad tanto las vertientes masculinas como femeninas. Acabaríamos así con el machismo, esa lacra perversa y también con ese marujeo tristemente ridículo que afecta a algunas mujeres. Los hombres deberíamos desarrollar nuestra parte femenina, donde habita la ternura y la intuición, mientras que las mujeres deberían desarrollar su parte masculina donde encontrarían más seguridad y racionalidad. Y me temo que con esto último ya he vuelto a ganarme la bronca feminista.