Subir y Bajar ...
En la primera parte, hasta los 40 años, estaríamos subiendo la montaña. Cuando iniciamos el ascenso suele ser por la mañana temprano, amanece y todo es tan reciente que parece nuevo. En el aire hay frescura y en nuestros músculos tanta fuerza y vigor que casi nos sentimos ingrávidos. Aunque estamos en la falda de la montaña, muy lejos de la cumbre, no dudamos que la alcanzaremos porque nos sentimos capaces. Nuestra mirada se fija con frecuencia en aquel punto, que es nuestra meta. La fuerza de nuestra juventud nos hace subir con soltura, miramos siempre hacia delante y no conocemos el vértigo del existir. Llegamos arriba a medio día, cuando el sol está en su cenit. El paisaje es imponente, lo admiramos mientras descansamos del esfuerzo. Si el día es soleado y no hace mucho viento sentimos el deseo de quedarnos para siempre allí, como águilas en la cumbre. Pero sabemos que tenemos que emprender enseguida el descenso.
La segunda parte de la vida sería como bajar la montaña. La dificultad ahora no es la pendiente cuesta arriba, sino el vértigo cuesta abajo. Más que fuerza, precisamos prudencia. Antes en nuestro horizonte había un punto concreto, ahora es todo un valle lo que llena nuestra vista, nos dirigimos a la llanura en la que divisamos un río que busca el mar. Son paisajes muy distintos el del ascenso y el del descenso, pero no sabría decir cual de los dos es más bello. Atardece, el sol se está poniendo cuando acabamos la bajada. Nos queda un corto trecho, muy llano hasta la casa de la que partimos al alba. Llegamos de noche, muy cansados, nos apetece sentarnos ante la hoguera y comentar la jornada. Pronto llega el sueño, los ojos ya no aguantan abiertos. No es cuestión de resistirse tomando café a deshoras. Lo mejor es irse a la cama, volver al lecho, y tumbarnos serenamente, y esperar... Así quizás sea la muerte, como dormirnos, y quizás soñar, y quizás volver a despertar.
Ojalá tengas buen ascenso y mejor descenso. Ojalá que duermas plácidamente como duermen los niños que se saben queridos y amparados. Ojalá que soñemos sueños y no pesadillas. Ojalá que tengamos buen Despertar.