Chatear
Hay muchas formas de comunicarse, tantas como relaciones entre personas, pero el ser humano es clasificador y le apasiona establecer clases, tipos, siente así quizás que domina la realidad. Podemos seguir nuestra pasión por las clasificaciones y distinguir cuatro tipos, según se vaya ganando grados de profundidad en la relación. El nivel más superficial es del tipo charla en el ascensor, al estar en un espacio tan reducido nos sentimos obligados a decir algo, tanta cercanía nos incomoda y rompemos a hablar: hablar del tiempo, que siempre está loco, es lo más socorrido. Cuando conocemos más a una persona nos relacionamos con ella en el segundo nivel, ya no se establecen charlas convencionales y tópicas, sino que hablamos de los otros, de los demás. Si nuestra relación es más profunda tenemos encuentros en la tercera fase, en la que hablamos de nosotros mismos, de nuestras opiniones y nuestras ideas sobre el mundo y la vida. Sólo cuando tenemos una gran confianza podemos llegar al cuarto nivel, implicándonos en un encuentro verdaderamente personal; sólo entonces hablamos de los sentimientos, de nuestros sentimientos.
Este proceso natural de profundización en la comunicación interpersonal se trastoca cuando dos personas se conocen chateando y comienzan una relación a través de la red. Casi de golpe se habla de lo más íntimo, de los sentimientos, de las carencias, de los deseos y de los sueños.
Tengo la impresión que todo ocurre muy rápido, como en el microondas; y que el proceso es muy distinto al del horno de leña. En ese tipo de comunicación virtual es también más fácil el disfraz y no saber con claridad dónde comienza la persona y dónde acaba el personaje.
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