La Muerte - III parte
Pero sigamos con los temores. Hay gente que teme a la muerte porque teme tener que dar cuentas a Dios. No quisiera parecer impío, pero sé que Dios debe tener mucho sentido del humor y sabrá disculparme por lo que voy a decir: yo creo que antes que dar cuentas nosotros a Dios de lo que hemos hecho aquí abajo, tendrá primero que darnos cuenta Él a nosotros de por qué y para qué nos puso aquí, porque hay que reconocer que no se nos han dado muchas explicaciones y andamos un poco perdidos en la existencia, elucubrando siempre sobre el de dónde venimos, a dónde vamos y quiénes somos. Alguno, de nuevo con mucho humor, decía contestando a esas grandes preguntas fundamentales: "Por lo que a mí respecta, yo soy yo, vengo de mi casa y regreso a ella".
Pero en todo caso, tener que dar cuentas a Dios por lo que he hecho aquí abajo no me produce temor alguno. Si realmente existiera un Dios al que hubiera que dar cuentas, sería, seguro estoy, alguien infinitamente mejor que yo e infinitamente mejor que el mejor de los hombres sobre la tierra. Y si uno ha hecho lo que buenamente ha podido y sabe que ha de rendir cuentas ante el mejor de los jefes, ¿qué problema hay? Ya oigo a algunos decir aquello de Dios en infinitamente justo. A lo que respondo que también es infinitamente compasivo y misericordioso. Y el amor y el perdón son valores absolutos y por lo tanto superiores a la justicia.
La muerte a destiempo es temible por trágica e injusta. De la muerte a tiempo nada temo. No temo a la absurda e imposible nada, tampoco al severo e improbable Juicio a lo Torquemada. De la muerte a tiempo sólo cabe temer el dolor previo, y el dolor "si gravis, brevis; si longus, levis".
1 Comments:
Poema para aquellos que "perdieron" un familiar, (está en ingles).
“Death is nothing at all.
I have only slipped away into the next room.
I am I, and you are you.
Whatever we were to each other, we still are.
Call me by my old familiar name;
speak to me in the easy way you always used.
Put no difference in your tone;
wear no forced air of solemnity or sorrow.
Laugh as we always laughed at the little jokes we enjoyed together.
Play, smile, think of me and pray for me.
Let my name be ever the household word that it always was,
let it be spoken without effort, without the trace of shadow on it.
Life means all that it ever meant.
It is the same as it ever was; there is unbroken continuity.
Why should I be out of mind because I am out of sight?
I am waiting for you, for an interval, somewhere very near,
just round the corner.
All is well.”
Henry Scott Holland
1847-1918
Canon of St Paul’s Cathedral
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