04 mayo 2008

Caso Fritz: Psicopatología ¿Enfermedad o Pervesión?

Nuevamente desde Austria nos llegan las noticias y nos vuelven a sobrecoger como en el caso del 'secuestro' de Natascha Kampusch, sobre el que aún pesan tantos interrogantes que no nos atreveríamos a decir ni siquiera que fue un verdadero secuestro.

Esta vez es un 'padre' que mantiene secuestrada a su propia hija, con la que además tiene varios hijos. Así las cosas, unos supuestamente los da en adopción y otros persisten en el cautiverio. Y así años y años, todo ello ante una sociedad fría, ausente y que sin duda mira hacia otro lado.

Estamos aún en los comienzos de la investigación y no nos atreveríamos a decir que todo lo ocurrido, si fue tal como nos lo cuentan los medios de comunicación, fue real o no. Simplemente no nos suena bien.

Y otra vez desde Austria, la patria de Freud, el gigante que nos despertó la sexualidad dormida en el inconsciente, y para más inri nos dijo a la cara que los hijos quisimos acostarnos con nuestra madre y las hijas, con su padre, y así otras lindezas que gravitan aún sobre la psiquiatría de todo el mundo.

Parece incomprensible que un padre con la ignorancia o complicidad de su propia esposa encierre de por vida a su propia hija, a la cual accede sexualmente y tiene hijos-nietos, cumpliéndose así probablemente las "fantasías escondidas y perversas" sobre las que el propio Freud nos avisó. Pero a veces las explicaciones más sencillas son las más cercanas a la verdad.

Las hijas desde siempre fueron propiedad del macho-padre y en tiempos de las cavernas pasaban simplemente a formar parte del harén y procreaban, aumentando la fuerza del progenitor ante los demás. Pero con el advenimiento de la cultura aparecieron los tabúes y el incesto figuró entre los primeros.

El incesto se convirtió en tabú desde el instante en que los seres humanos se percataron que los hijos venidos de esta forma empezaban a presentar taras congénitas que definitivamente estropeaban la especie, y así las religiones vinieron a sancionar lo que la naturaleza estaba enseñándonos.

¿Y la madre?
Pero llegados a 2008, en una sociedad aparentemente opulenta llena de información y con globalidad en todo, lo malo y lo bueno, aparecen de vez en cuando situaciones como esta que nos tiene a todos llenos de preguntas. Tenemos que intentar dar una respuesta aunque sea sólo para mitigar nuestra angustia.

Un hombre que encierra a su hija de esta forma es claramente un anormal, un celoso patológico, un verdadero enfermo o un sujeto que lo hace para hacer daño a otros, pero claramente se aparta de la conducta esperable, en definitiva un individuo que ha perdido el norte. Si a eso le añadimos su trato sexual con esa niña con la que tiene varios hijos-nietos, el fenómeno pasa todas las fronteras.

El 'dueño anormal' de su hija la encierra de por vida y la priva de cualquier contacto con la realidad y la libertad. Como dueño, la transforma en una propiedad sin más con la que puede hacer cualquier cosa, incluido mantener una relación de pareja. Y aquí suena algo raro. ¿La esposa del autor no sabía nada? ¿Acaso consintió a sabiendas para mantener la estructura familiar? ¿O compartió la anormalidad con su esposo?

Aún es pronto para llegar a las respuestas a estas preguntas, pero lo cierto es que lo ocurrido aconteció en una sociedad —vecinos, amigos, otros familiares— que algo debieron sospechar. Y nadie dijo nada. Pero la cosa no queda ahí, incluso la administración debió saber algo porque algunos de los hijos, según se ha sabido, fueron dados en acogimiento o adopción y tampoco pasó nada. Y nos preguntamos entonces: ¿qué es lo que está pasando?

Una nueva vida en libertad
Cuando alguien hace algo como lo que nos ocupa, la pregunta inicial es siempre la misma: ¿es un enfermo? Y la respuesta es: ¿por qué tiene que ser un enfermo? Un hombre que ha conseguido esconder una situación familiar tan anómala sin dar señales de extrañeza sabe lo que se hace y no podrá ocultarse en la enfermedad.

En cambio, sí podrá esconderse en la perversión, en una estructura psicológica anómala, vestigio de tiempos neolíticos ya pasados y aducir que lo hizo "por el bien de su hija", "porque no tuvo otro remedio", "porque una fuerza superior se lo exigió" y así un largo etcétera de excusas "inexcusables", los médicos y psiquiatras tendrán la última palabra.

Y finalmente, ¿qué será ahora de esta hija-madre? Acaso será presentadora de un programa de televisión como Natascha o caminará hacia la madurez buscando una identidad robada y una libertad que no entenderá, después de haber vivido toda su vida en una 'jaula'. Para eso, sinceramente, nosotros no tenemos respuesta.